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La gran maestra de vida

Zorro pensó que su vida animal, que es la más verdadera de todas las vidas, es harto curiosa. Te trae los dones cuando menos los esperas o, mejor aún, cuando su posible venida ya no tiene importancia.

De esta forma, los zorros encuentran los prados más verdes cuando sus patas ya no pueden correr. Los lobos presencian las lunas más grandes y magnéticas cuando su garganta apenas puede aullar. Y los pájaros se enamoran de las copas de los árboles más altas cuando sus alas están viejas y cansadas.

Sin embargo, nada les falta en esta larga espera; todo lo que necesitan aparece en el camino.

El zorro, el lobo y el pájaro, entre otros muchos animales del bosque, saben estas verdades de forma innata. Las sienten en sus entrañas. Y por eso no se preocupan de no poder correr prados, no poder aullar a la luna o no poder volar más alto. Lo que es es lo que es. Lo que no es, no es. Zorro escuchó decir a un viejo y sabio raposo: «Lo que no puedo hacer, simplemente, para mí no existe».

El hombre es el único animal que se empeña en olvidar estas verdades: los dones tardíos y la providencia silenciosa de la Madre Naturaleza. Por eso sucumbe ante la gran maestra de vida que algunos llaman Vejez.

Publicado en Cuentos de Zorro

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