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Que no, que no

Salgo de la rotonda con el coche.

Me fijo, por el retrovisor, que el auto de detrás está conducido por una joven, que me frunce el ceño y me dice «que no, que no» con la cabeza.

Tomo la siguiente rotonda de película. Palabra. Mejor que cuando me enseñaron en la autoescuela. Qué lujo en el uso de los intermitentes, oigan. Qué limpieza de trazada.

Me vuelvo a dar cuenta, gracias al retrovisor, que la señorita de detrás sigue enfadada, sigue diciendo «que no, que no» y que, ahora, empieza a gritarme.

Parece hasta peligrosa. Joder.

Y ella, «que no, que no».

Semáforo en rojo. Apago la radio. Bajo la ventanilla. Agudizo el oído.

La señorita de atrás viene cantando a Alejandro Sanz.

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