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La futura camarera

Mi hija María estaba en clase de dibujo y, para hacer tiempo, me metí en una cafetería. Pedí a la camarera un café con leche y un croissant y saqué de mi mochila mi e-book. Tenía la intención de terminar de una vez por todas ese libro de psicología que se me atragantaba. Pero pasaba una época extraña en la que no podía concentrarme, así que cerré el libro. De lo de escribir ni os cuento, claro.

El local estaba lleno de señoras y señoros que pasaban de los sesenta, vestidos de una forma que quizá en otras décadas fue elegante. Me entretuve escuchando las conversaciones.

Conocía la cafetería de otros sábados. Reconozco que, desde que llevo coleta, me gusta ir a sitios en los que desentono, aunque no sea revolucionario ni chavista.

Entonces entró una chica (¿o debería decir mujer?) de unos treinta años, delgada, con la piel muy blanca, gafas redondas y con el pelo mal teñido de color caoba. Vestía ropa barata. Y allí desentonaba tanto como yo.

Se acercó a la barra, muy cerca de mí. Preguntó por la encargada.

No me había dado cuenta, pero la chica llevaba una carpeta muy simple, pegada al pecho con los dos antebrazos cruzados, como si fuera una estudiante.

Cuando la encargada salió, la chica sacó de la carpeta un currículum y se lo entregó.

Estaba buscando trabajo.

Si la encargada viera lo que yo apreciaba desde mi mesa se lo hubiera dado. Al instante.

A aquella chica le hacia falta el trabajo de verdad.

Lo sé porque, cuando se acercó para entregar su currículum, vi que le temblaban las piernas.

Precariedad. Necesidad. Valentía.


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Publicado en Microrrelatos

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