Coincidí con Terele Pávez hace muchos años, por casualidad, una noche en un bar de Huertas. Por entonces (creo que era sobre el 96), ella aún no habría cumplido sesenta años. Aunque tiempo antes había rodado Los santos inocentes y recibió críticas elogiosas, era sobre todo una actriz popular en generaciones anteriores a la mía, pero aún no lo era para las más jóvenes.
Yo me había acercado a la barra y mis amigos estaban sentados en una mesa, esperándome. Ella estaba con un señor más joven; intuí (al menos eso parecía) que la estaba cortejando, pero ella no estaba interesada en él en absoluto.
Cuando pedí mi cerveza ella y yo empezamos a hablar y le dije (algo que casi nunca suelo hacer con la gente famosa) que la conocía.
–¿De verdad que me conoces? –se mostró soprendida.
–Claro, has hecho esto y esto y también sé quién es tu hermana.
Empezamos a hablar y me pareció una persona encantadora y locuaz y tenía mirada de buena gente. En un momento de la conversación me dijo:
–Yo te aseguro que si me muero aquí ahora mismo, si caigo redonda al suelo, nadie va a saber quién soy.
Estabas equivocada, Terele. Quizá en ese momento sólo algunos te conocían. Pero hoy, ahora que has hecho el viaje, todos saben que has sido una de las mejores actrices de la historia del cine español.
Bonita elegía! Abrazos
¡Gracias! Un abrazo de vuelta 😉