Hoy he visitado el viejo barrio. A ratos me ha parecido muy cambiado; a ratos igual que siempre. Me he cruzado con antiguos vecinos, quince años más viejos, que no me han reconocido. He visto tiendas que han cerrado, comercios que han nacido y otros que resisten. He pulsado el timbre de un telefonillo. He comprado un bollo con chocolate. He enviado fotos a una amiga para que viera cómo están las cosas.
Me he jurado que jamás volveré a levantar el cierre metálico de algunos recuerdos. Y me he jurado también que tengo que recuperar otros, hacerlos reverdecer al sol con seguridad y paciencia de jardinero.
El barrio de mi infancia es un país extraño que visito de vez en cuando. Cada vez más ajeno, poco a poco se me olvida. Pero el hueco en el corazón sigue allí. Y no me lo explico.
A mí me ocurre lo mismo,
Emociones fuertes, Juan.
Si, sobre todo con los abuelos que les conoces desde chico,