He salido a la terraza y me he fumado un cigarro aunque sé que no debo hacerlo. Hace fresco, pero no frío, y me parece que, a falta de veinte días, la primavera ya está con nosotros. Desde aquí veo el portón del garaje. A mí no me gusta mucho conducir, pero quizá hoy cogería el coche para darme una vuelta, sólo por el placer de llevar el coche sin nadie alrededor y a oscuras. He sacado una lata vacía de cerveza que me sirve de cenicero. Al cabo de un par de minutos apago la colilla contra su parte superior. Me visualizo aquí, sentado en el balcón, apagando la colilla. Me veo como el varón de casi cincuenta años que soy. Estoy callado y taciturno. Sé que no debo hacerlo.
Sé que no debo hacerlo
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