Me lo dijeron hace unos días, pero al no ver nada escrito en prensa al respecto, no he querido escribir sobre ello hasta confirmarlo por otros medios: la novelista y profesora Marta Portal ha muerto.
Marta fue mi directora de tesis. Escribía magistralmente (ganó, entre otros muchos premios, el Planeta en 1966) y era una increíble profesora. Pero, sobre todo, era una persona generosa y llena de bondad. Para mí es un misterio por qué accedió a dirigirme la tesis (nunca fui un alumno brillante y me encontraba en sus antípodas en muchos aspectos). Todavía ignoro de dónde sacó las fuerzas para animarme, una y otra vez, a que terminara la investigación (tuve que interrumpirla muchas veces por culpa del trabajo y de «una serie de catastróficas desdichas»). Si yo defendí mi tesis doctoral fue porque Marta me la dirigió y me animó. Sin ella no hubiera sido posible.
Investigar y escribir
Puede decirse que Marta Portal me cambió la vida a cambio de nada. Gracias a esa tesis y gracias a su trabajo desinteresado obtuve el grado de doctor y, muchos años después, conseguí un empleo como profesor. Marta Portal, además, me enseñó a investigar y a escribir.
El otro día mi mujer me recordaba un momento y una circunstancia. El momento es la emoción de Marta cuando terminé de exponer mi tesis delante del tribunal. La circunstancia era su sordera, que la aisló un poco más del mundo y aceleró, quizá, un proceso degenerativo físico, mental y anímico. Porque, desde hacía un tiempo, Marta se había olvidado del mundo. Desgraciadamente, el mundo también se había olvidado de ella. Confieso que no quise ir a visitarla al lugar donde ella residió en sus últimos años por temor a que no me reconociera.
Era una dama de otro tiempo, con una forma de pensar y de actuar distinta a la mía. Pero tuve el privilegio de conocerla y de comprobar que los corazones buenos tienen un latido especial da igual su credo, su ideario político, su clase social.
Siempre me quedará la espina de que no le pude devolver todo lo que ella hizo por mí.