Ayer por la tarde lo comentábamos, sorprendidos, mi amigo Felipe y yo: por estas latitudes, los vencejos y los aviones ya se han marchado. Lo venía notando desde hace unos días (ya no escuchaba su alboroto al atardecer) y Felipe me lo ha corroborado: se han ido mucho más pronto que otros años.
Hemos comentado que, quizá, los cambios de temperatura de este verano (que han sido brutales) les hayan hecho creer que se ha adelantado el otoño. O, también, que esos mismos cambios en el mercurio han propiciado que buena parte de su sustento (son insectívoros) haya desaparecido y por eso han tenido que buscar lugares mejores para vivir.
Parece ser que no podemos hacer nada para que vuelvan, como tampoco, parece ser, podemos hacer nada para vivir un verano más amable. El verano y las circunstancias pasadas parecen inmutables. Y en cuanto al tiempo (no me refiero al atmosférico, sino al regido por el dios Crono) «es el que es», como apostilla un conocido personaje de la serie El Ministerio del Tiempo.
Pero, ¿y si empezamos a rebelarnos y reinventamos este verano?
¿Cómo lo harías tú?
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