Para su onomástica, mi mujer, las niñas y yo regalamos a mi padre (de 87 años) una radio. Es una de las antiguas, con una rueda, muy pocos botones y números muy grandes. Cuando se la dimos, le dije que, con ella, escucharía cómo el Atleti gana este año la final de la Champions. En fin. Mi padre, madridista acérrimo, me dedicó una mirada irónica.
Mi padre, además de madridista acérrimo, fue ferroviario desde los 14 a los 63 años. Empezó echando paladas de carbón a las calderas de las locomotoras y terminó como jefe de equipo de mecánicos. El invierno pasado, el peor de los rayos estuvo a punto de fundir la caldera de su vieja máquina, de agarrotar sus bielas, de parar de forma irremisible su motor. Estuvo a punto. Desde entonces, la vieja locomotora camina muy lenta, casi ahogada, divisando a lo lejos el apeadero.
Fue un invierno duro, lleno de nieve y vías resbaladizas, cambios de sentido y pasos de nivel peligrosos. Pero, a fin de cuentas, es el camino empinado, a menudo en plena tormenta, que tienen que superar las viejas locomotoras de 87 años.
«Papá, con esta radio vas a escuchar cómo el Atleti gana este año la Champions. En el Metropolitano».
Mi padre ignora que ayer llamé al Cholo y a Griezmann, que he escrito a Godín y a Giménez, que he rezado a Luis Aragonés, a Dirceu y a Arteche. Y que he pedido consejo a Fernando Torres y a Gárate.
Hay una conjura, papá. Este año sí.