El otro día, un querido amigo me dijo por teléfono que no odiaba a nadie. Sé que puede parecer una frase hecha, casi casi obtenida de una taza de Mr. Wonderful. Pero el caso era que mi amigo lo decía de corazón: eran palabras sinceras. Lo sé porque ya tiene cierta edad y en su vida le han hecho algunas putadas.
Confieso que tengo muy pocos amigos. Pero de los pocos que tengo intento aprender lo máximo posible. Y este amigo transmite sencillas enseñanzas, sobre todo porque él no es consciente de ello y tampoco quiere serlo.
A ver, en teoría, no odiar es relativamente fácil. Es cuestión de anestesiar mediante el aislamiento. Desconectar un par de cables que unen la cabeza con el corazón para que el dolor deje de morder. El recuerdo no se actualiza en la memoria. Las imágenes son difusas, veladas. Carecen incluso de sonidos. Parece que el capítulo doloroso no te hubiera pasado a ti.
Pero no odiar de esta forma, simplemente, no soluciona ningún problema. Es decir: lo ideal es que si sucede otro hecho que nos produzca dolor, nosotros, gracias a la vivido, sepamos actuar en consecuencia.
Una vez actuamos en consecuencia podemos ayudar a los demás. Pero, claro, hay mesías de medio pelo que quieren ayudar a los demás sin haber saldado las cuentas consigo mismos. Ayudar apacigua el corazón y hace que nos sintamos buenas personas. Pero en la mayoría de los casos es algo epidérmico.
No comprender, sino sentir
Sigamos. Lo contrario de no odiar anestesiando es no odiar perdonando. Frente a la anestesia cobarde, el perdón consciente. Y eso, amigos, es más difícil. Porque el perdón supone ponernos en la piel de otro, saber cuáles son sus razones. Y no sólo comprender sino sentir que nosotros podemos hacer igual que él. Causar dolor a alguien, defraudar a alguien.
En mis archivos emocionales guardo desde hace décadas el recuerdo de alguna que otra persona a la que odio. Lo siento pero es así. Y esto sin ser consciente del todo de que, quizá, haya alguna que otra persona que me odia a mí.
Me estoy dando cuenta de que uno de los objetivos más importantes de mi vida es evolucionar perdonando y pidiendo perdón. De forma consciente. De forma valiente. Aunque duela. Porque la vida a veces duele y ese es el hilo invisible que cose algunos capítulos de la trama de nuestras historias.