Quizá la mejor novela sea escribir nuestra propia vida. Y entonces, ajenos a inteligencias (o emociones) artificiales, viviremos la historia que de puño y letra hemos escrito. Nos dará igual si se publica o no, o si tiene éxito o su latido no se escuche. Cada trazo, cada párrafo y cada página tendrán sentido aunque no sean ejemplo de canónica belleza.
A nuestro antojo elegiremos protagonistas y personajes secundarios, tramas y escenarios, fuerzas visibles e invisibles. Viviremos en la novela de nuestra vida el amor que nunca antes experimentamos. Nos embarcaremos en los viajes que queramos y elegiremos los derroteros y los mares por los que cruzar los trópicos.
Y, si alguna vez, la historia, nuestra propia historia se rebela contra nosotros mismos, nos dejaremos llevar entre el tacto del papel y el olor a tinta.