Ha ocurrido esta misma tarde, en la puerta del polideportivo del pueblo donde vivo. Dos chavales estaban jugando con un balón de reglamento. Uno, que hacía de portero, llevaba una réplica de camiseta de la selección española. El que hacía de jugador vestía la equipación del equipo de la localidad.
Chutó y metió gol.
—¡Golazo! —exclamó.
—De puta chorra, chaval.
Tanto uno como otro hacían gala de un abierto acento madrileño, gracioso y chuleta. Hay que tener mucho arte para saberlo lucir; no todos podemos.
Lo bueno, lo mejor de todo, eran los dos chavales: el que hacía de jugador era de ascendencia marroquí; la del portero, sudamericana.
Nuevos madrileños, nuevos españoles. Convivencia que busca la integración. Futuro.
Sí, así es, yo en Zaragoza escuchaba a los hijos de mi vecina y amiga ecuatoriana hablar con acento maño, y en Galicia niños marroquís falando gallego….Aquí en Torrevieja hay muchísimas personas españolas que hablan alemán porque han sido inmigrantes españoles y han vuelto años después.
Se ve de todo, las mezclas siempre serán enriquecedoras si hay respeto y tolerancia por ambas partes, el problema siempre se plantea cuando la tolerancia es unidireccional.
Efectivamente, la tolerancia debe ser bidireccional.