Me cago en la puta. Desde hace un tiempo (demasiado, diría yo) sufro un problema que no puedo solucionar. El asunto me está quitando el sueño y, aunque para muchos amigos puede parecer una idiotez, la no-solución del mismo a lo largo de los meses está generando a mí y a mi familia un evidente desgaste económico e (incluso) emocional.
Esta mañana, cuando volvía a casa escuchando música, mirando al suelo y preocupado, sonó por los cascos de mi mp3 una canción que hacía años que no escuchaba: Don’t worry, be happy, de Bobby McFerrin. Curiosa coincidencia: No te preocupes, sé feliz. Qué jodío, el McFerrin; si yo le contara.
La primera vez que escuché esa canción fue en mi servicio militar (1988), cuando las circunstancias me obligaron a aparcar la carrera para pasar un año en la Marina. Uno de los pocos gestos humanos que encontré en el cuartel donde pasé el grueso de mi servicio fue que nos despertaban todas las mañanas con música. Con los 40 Principales, para ser más preciso. El toque de diana era a las 7 (creo) y, como los números uno suenan cada hora, a las siete en punto el gran McFerrin nos despertaba a la tropa (puteados y sin un duro, lejos de casa, de nuestros estudios, de nuestros trabajos, de nuestros amigos), diciéndonos que no nos preocupáramos, que fuéramos felices.
Yo abría los ojos, escuchaba al bueno de Bobby y me acordaba de que, en Madrid, a muchísimos kilómetros de distancia, mis amigos estarían levantándose para ir a la Facultad o para ir a sus trabajos. Inevitablemente, la primera idea que se me venía a la cabeza era una pregunta: qué hago yo aquí. Inevitablemente, también, empecé a sentir fobia por esa canción, como también empecé a sentir fobia por el ordeno y mando, por los extremos, por la falsa testiculina, por mediocres que en la vida civil eran don nadies y que amargaban al personal gracias a unos galones de plástico (parafraseando a un grupo de rock de entonces). La primera vez que vi matar a un animal por sadismo, por puro placer, fue en un cuartel. La primera vez que vi humillar a dos chicos homosexuales fue en un cuartel.
Los cuarteles también me depararon otras sorpresas que viví por primera vez. Por ejemplo, algunos indeseables (pues también ellos hacían la mili) esperaban a que los demás estuviéramos dormidos para atracarnos. Sí, sí, como lo cuento. Estabas dormido, sentías un toque en el hombro, abrías los ojos, y allí estaba un tipo, con una navaja abierta, cerca de tu cara, pidiéndote todo el dinero que tuvieras en la taquilla ese momento.
Recuerdo cómo, otra noche, un ruido me despertó, abrí los ojos y vi al chico de la litera de enfrente, masturbándose sin pudor alguno. Vivir todo aquello era hacerse un hombre. Dios mío, qué hago yo aquí. Mi servicio militar fue hacerme esa pregunta varias veces al día. Los amigos de entonces que aún conservo son el único tesoro que guardo de esa época. Ahora sabéis por qué los chicos de cierta edad idealizamos a los amigos de la mili.
Don’t worry, be happy. Hoy he vuelto a escuchar esa canción y cuando estaba muy hecho polvo. Y lo más curioso es que casi-casi me gusta. Quizá mi problema se solucione con el tiempo, como se nos solucionó la mili y otros capítulos de nuestras vidas que todos tenemos que atravesar como si fueran enfermedades.
No me preguntéis cuál es el problema, que no os lo voy a decir (tampoco es tan grave).
Ahora me voy a tomar una cerveza, porque me la merezco. Un abrazo muy pero que muy fuerte.
Pues sea lo que sea, que se solucione pronto. Gracias por esos 2 años maravillosos de carrera en los que alguna vez también nos hemos preguntado qué hacíamos allí. Ha sido genial que nos hayas guiado.Un saludo.Ruth
Hay una frase maravillosa de La Unión que decía «las dudas que anoche eran tinieblas / son simples tonterías a la luz del sol». Obvio que no conozco la causa y el origen del problema y, por tanto, no me tomo la libertad de aconsejarte que pases página. La frase te la recuerdo porque, al leerte, he ratificado eso que a todos nos pasa con los años, eso que tan bien retratas: la superación de algo que fue doloroso, traumático incluso, en algún momento y que, años después, te das cuenta de que ya no te importa nada aquello. Es hermoso crecer y ser consciente de ese crecimiento.Te extrañaba por aquí, amigo, y sólo espero que lo que te angustia no sea, efectivamente, tan grave. Besos energéticos
Gracias, Ruth. Vosotros también me habéis guiado. Un abrazo enorme.
¡Ay, amigo! Creo haber encontrado un error en tu planteamiento, y dejando que mi pensamiento escape al vallar de mis dientes te diré que la «no-solución» sólo puede deberse a dos posibilidades:La primera es que teniendo solución, te enfrentes a la «pereza» y no la resuelvas pudiendo. Como te conozco algo, diré que no creo que sea esa la razón, pues el estímulo del castigo ya debería haberlo resuelto.La segunda es que no sea un problema, ya que la solución se escapa a tu capacidad (o vuestra capacidad) para resolverlo. En dicho caso dicho asunto es una variable más del entorno, como lo son los horarios de los autobuses, o los precios de los billetes de metro. Cálmate y adecua todo a la nueva situación.La mayor parte de nuestro sufrimiento es el que recibimos de seguir dándole a lo que creemos que es un problema, cuando nunca lo será. Adaptarse o morir.Respecto a la cerveza, seguro que la mereces, y además procura que sea buena, espumosa y que te relaje: «Don't worry, be happy»
Estoy absolutamente convencida que dentro un tiempo (corto) escribirás sobre la satisfacción de haber superado esta dificultad..Y que dentro de unos años, escribirás desde la distancia, justo como hoy has hecho acerca de la mili…Toda la fuerza del mundo.
Efectivamente hay problemas que parecen el fin del mundo, que no vamos a superar nunca. Efectivamente la mili es uno de ellos (yo la hice en 1989), y otro lo pasé hace dos años. Es verdad que hay que saber relativizarlos, pero también es verdad que cuando uno está atravesando esos momentos, tiene derecho a sentirse mal, a estar enfadado con el mundo y a reclamar que le mimen la autoestima. Somos personas, tenemos derecho a fallar y a que los demás comprendan que nuestro estado de ánimo no siempre es el mejor. Faltaría que nos martirizáramos por eso. Don´t worry… es una bonita expresión, pero la profesión va por dentro.Saludos,Pedro Claver
AMELIE: Quyé bueno hablar contigo. Ya lo echaba en falta. Creo que te va muy bien (sobre todo en algunos aspectos) cuestión de la que tendremos que hablar offline delante de un café. ¡Gracias por sonreír!APULEYO: no te falta razón, no hay que hacer los problemas más grandes. Habrá que saber adpatarse a las situaciones. Un abrazote amigo. Y recuerda que en mi poder tengo un cómic para ti.ANITA: Un beso muy fuerte y gracias por tu sentido común.PEDRO: Tengo la sensación que haberte encontrado como amigo es algo fantástico. Gracias poor estar siempre ahí. Un abrazo.
Como siempre que leo los artículos del blog saco partido. Enhorabuena, el sitio web se ha convertido para mí en una referencia. Podré estar o no de acuerdo con algunos planteamientos pero siempre es enriquecedor leer los artículos colgados. Felicidades nuevamente, seguid así y animo a la gente a que participe con sus comentarios en este tipo de sitios educativos porque la verdad es que son de un valor enorme en esta época de internet.Ánimo y suerte con las publicaciones, os seguiré
Ánimo, Juan Pedro. Los problemas, por muy agobiantes que nos lleguen a parecer, se superan y, con el paso del tiempo, uno acaba casi riéndose de ellos. Créeme, porque no sé si por fortuna o por desgracia tengo experiencia en ello.Un fuerte abrazo, amigo.
ànimos!!!!!!!!
Gracias, Núria. Un abrazo fuertote.