A veces, Zorro se siente otro animal, un animal lejano: una cabra del Himalaya, esa que trepa por paredes verticales de roca. La cabra del Himalaya ha aprendido a buscar tallos verdes en las grietas de la pared, a un paso (a una pezuña mejor dicho) del abismo, a unos centímetros de darse el hostión de su vida e ir al Cielo de las Cabras.
Un zorro consejero le ha hecho reflexionar. Le ha dicho que esa no es tan mala vida. Que sí, que está aun centímetro de hacerse papilla, pero que está a salvo del sigiloso leopardo de las nieves o del tremebundo oso negro.
Las cabras escalan paredes verticales para estar a salvo de los depredadores y Zorro piensa que quién fuera leopardo, oso, águila.
Y el zorro consejero le recuerda que el leopardo, el oso y el águila son animales que también tienen miedo. Miedo al hombre, que les cazará y les exhibirá disecados en salones y casinos. Miedo a morir de hambre, solos. Miedo a morir expulsados de su manada, desangrados por otras dentelladas de otros machos alfa, como en su día fueron ellos.
Zorro toma sus prismáticos. Enfoca a lo lejos. Localiza un par de cabras del Himalaya. Bien visto, son animales bellos y valientes.