«¡No me has atrapado!», dijo Pichón a Zorro cuando alzó el vuelo, ignorando que nuestro amigo no quería cazarle.
En las alturas, Pichón se sintió seguro. Desde allí arriba vio a Zorro como un animal estúpido, con cara de abrigo de señora, al que odian los granjeros y que, probablemente, acabaría abatido por una escopeta de caza.
El sol estaba en todo lo alto y Pichón empezó a aletear y aletear. Esa sensación de libertad.
Zorro siempre tenía la cabeza en las nubes y las patas sobre la tierra. Y desde aquel prado, se dio cuenta de que Pichón era un animal miope, que, en ese mismo momento, no vio al halcón abalanzarse sobre él.