Cuando paso a mi camarote, encuentro a veces, en mi escritorio, cartas de otros marinos, antiguos compañeros de viaje. El correo está entre mis mapas y sextantes. Una vez leído, me gusta dejarlo ahí durante algunas jornadas, para poder releerlo de vez en cuando, sobre todo en navegaciones nocturnas.
Los marineros me cuentan cómo les va en sus nuevos barcos, los mares tempestuosos que han cruzado y las islas de arena cálida que han descubierto, muchas veces por azar.
Me dicen también que se acuerdan de mí y de cómo nuestro barco navegaba más rápido si nuestras velas eran empujadas por el viento del optimismo y la fe en el mañana.
Ellos y yo sabemos que el viaje no se acaba nunca. Sabemos que, aunque estemos separados por millas de distancia, seguimos los surcos de espuma que nuestros derroteros dejan en la mar.
Sus palabras son como la Estrella Polar que me gusta mirar de vez en cuando y que me ayuda en la travesía.
Mi Capitán:Recuerde que la espuma no marca el rumbo, y la deriva es un riesgo para la nave.Amplia es la Mar Oceana y muchos los marinos que por ella surcamos.Recuerde siempre, mi Capitán, las historias que nos contamos los marinos, y sobre todo, las que nos callamos.Un naufrago.
Un fuerte abrazo, náufrago. Aquí me llegó su botella con el mensaje, con la arena de mar, con la caracola con la que escucha las olas de otros mares.
Estas palabras, inevitablemente, me hacen pensar en mi mejor amiga. Murió en un accidente hace 2 meses. Tengo sus cartas sobre mi escritorio y también yo las releo de vez en cuando. A nosotras no nos separan millas de distancia, sino la vida y la muerte, pero siempre será mi Estrella Polar.
Qué preciosas palabras, Julieta. Ella siempre guiará tu camino y te enviará amor. Tenlo por seguro.