El otro día, en una conversación telefónica con mi amigo Felipe, recordé la película The Reader. Es una de las mejores cintas que he visto en los últimos años. Supongo que ya sabes de qué va: son muchas historias en una sola, pero, quizá, la parte de la trama que más me llama la atención aborda cómo una persona aparentemente normal puede cometer atrocidades.
Michael Berg, el protagonista, en una fase de su vida (cuando es estudiante de Derecho) asiste por casualidad a un juicio. Descubre, abrumado, que allí se juzga a una mujer, Hanna Schmitz, mucho mayor que él, a la que cree conocer muy bien. Hanna y él vivieron un romance secreto. Pero también descubre, con estupor, un capítulo de la vida de Hanna: ella fue nazi en la II Guerra Mundial y se confiesa culpable de crímenes monstruosos.
Al día siguiente, los compañeros de clase juzgan (con evidente razón y pasión) los crímenes cometidos por Hanna y, por añadidura, por el nazismo. Pero Michael les hace reflexionar (con más razón aún) haciendo, más o menos, la siguiente observación: «No estamos aquí para juzgar, sino para comprender por qué sucedió todo esto».
Son necesarias las dos cosas. Se ha de comprender que mecanismos llevan a personas (o sociedades) a cometer ciertos crímenes, para poder actuar en la prevención la siguiente vez.Además se necesita juzgar los actos, como medio de asignar un valor moral y penal a los actos. No vale con comprender al pobre criminal, sino que es necesario castigarlo de modo que la sociedad pueda curar la herida del crimen.Las heridas no curadas (no juzgadas y no analizadas) se mantienen en una sociedad impidiendola avanzar. Un caso es nuestra Guerra Civil, que seguirá siendo un tema recurrente hasta que se «juzgue» de algún modo, pero desde luego hasta que se deje de justificar a los criminales y se haga un esfuerzo por comprender los hechos.Buena entrada para un buen debate.
Yo también pienso que son necesarias las dos cosas. El crimen nunca debe quedar impune. La frase me pareció curiosa porque me aterra la querencia que tenemos los seres humanos de juzgar al prójimo sin analizar las causas de sus delitos o faltas.La entrada, en un principio, iba a ser mucho más ácida y he publicado los tres primeros párrafos. Era más larga, más complicada y no sé si la hubiera comprendido la gente.Gracias por estar ahí, amigo. Siempre sigo tus «Gotas ácidas».
Me ha encantado la entrada por varios motivos…1. Me quedo con tu reflexión acerca de que solemos juzgar sin saber exactamente qué cosas sucedieron (tanto para los buenos como para los malos casos). Secundo a Apuleyo en su comentario.2. Me encantó la película y, quizá, por esa visión optimista que tengo de la vida, me quedo con la lectura positiva del amor que se tienen esas dos personas. Vaya por delante que Ralph Fiennes es uno de mis actores favoritos (en cualquier sentido que quieras leer lo del favoritismo), pero esa escena solitaria en la que él se empeña en grabar una y otra y otra lecturas (oculto lo demás por si alguien no la ha visto) para mí es todo un hallazgo.3. Más allá de las atrocidades cometidas por una persona con apariencia de ángel, dejo aquí otra reflexión motivada por la película y que si no recuerdo mal fue uno de los lemas publicitarios: ¿hasta dónde seríamos capaces de llegar por guardar un secreto?Muchos besos y gracias por provocar este «debate». Sigue así…
Muchos besos y muchas gracias a ti, Amelie. El debate no existe si alguien no expresa sus opiniones, ¿no? ¡Viva la diversidad!Por cierto, Fiennes me gusta hasta a mí…