Hay cosas que parecen predestinadas a perderse, y casi todas provocadas por andar con prisa: un paraguas, un boli de tinta azul, un calcetín que se despista en la colada, el resguardo de la tintorería. Pero, sobre todo, la conversación con nuestra pareja. No, no digo eso que hacemos todos delante de la tele con ella al lado a la hora de la cena. Eso no es conversar porque no está ni en la categoría de hablar. Me refiero a conversar. Y voy más allá: conversar con tu pareja de su trabajo. No hablar de su trabajo, no opinar de su trabajo. Digo conversar sobre su trabajo. ¿Y si no lo tiene? Que no tenga empleo no significa que no tenga trabajo. La vida es un trabajo. Y muchas veces mal pagado.
Eso lo estamos perdiendo.
Pero, no sé si lo sabéis, voy a abrir una oficina de milagros perdidos, en donde la voz y la capacidad de escuchar estén ahí delante, en las primeras baldas.
Yo abriré una sucursal si no te parece mal
Fantástico. Dinos luego cómo ha ido todo. Un abrazo
Ojalá más oficinas de milagros perdidos… Ojalá más gente compartiendo esos pensamientos. Abrazo fuerte, Juan!
Muchas gracias, Myriam. Un abrazo fuerte también
Reblogueó esto en La aventura de escribir.
¡cuanta razón!
Un abrazo, Helena
Mil