A pesar de que han pasado muchos años, a menudo me acuerdo de aquellas noches de septiembre. Por entonces tenía doce años y mi familia pasaba los últimos días del verano en un pueblo de costa. En la cama, a oscuras, yo podía oír, a lo lejos, la música de una discoteca cercana que se llamaba El Búho. Todas las madrugadas pinchaban una canción que encantaba: Dime dónde, de Rubi y los Casinos.
La música llegaba hasta el apartamento, precisamente, porque todo el pueblo estaba en silencio. Sólo el coro de grillos se atrevía a competir con los ecos de la música.
Empezaba a hacer fresco. La habitación se llenaba de azules y reflejos de las farolas. El aroma de las flores nocturnas llegaba hasta la ventana.
Aunque por las mañanas yo tenía que madrugar para ir a pescar, me gustaba quedarme despierto para disfrutar un poco de ese momento. Y así, tumbado boca arriba en la cama, soñaba con los ojos abiertos.
«Dónde estás ahora, dime dónde«, repetía Rubi. «Dónde te puedo encontrar».
Me hace más mayor. Pero si sirve para estar en contacto con gente como tú, bienvenido sea. Un abrazo, amiga, por estar ahí, y muchas gracias por la amabilidad de tus palabras. Te envío el abrazo en 3, 2, 1…
Cuánta ingenuidad. Recuerdo haber canturreado el estribillo, seguramente mal. Creo q todavía no iba de discos. 🙂
¡Ay, pipiolilla que eras entonces! Un abrazo muy fuerte, Sonia 😉