No le veis, pero está ahí. Sentado en la silla de plástico, dentro del plato de la ducha. Es Augusto, el fantasma de la piscina. Se resiste a dejar la urbanización. Hay noches en que se le escuchan sus lamentos tristísimos:
«Cari, bájame una cerveza»
«¿Alguien tiene un piti?»
«Ay, dios, qué calor»
Y el quejido más terrorífico de todos:
«Niños, no os tiréis a bomba, cojones, que me mojáis el libro»
Hemos llamado a una importante parapsicóloga y nos dice que ella no puede echar a Augusto, que no todo es tan fácil como parece en la serie Entre fantasmas, que nos tenemos que aguantar. Ella tampoco es Jennifer Love Hewitt, pienso yo, y aún así le hemos dado una oportunidad. Hay gente con muy poco corazón.
Iker Jiménez vendrá la semana que viene con su nave del misterio.
Mientras, noche tras noche, Augusto, el fantasma de nuestra piscina, el misterioso inquilino de la urbanización, nos acompañará con sus lamentos hasta que el invierno, de una vez por todas, venga a este pueblo de las afueras de Madrid.
yo tengo un Augusto asi tambien en mi piscina, y hay veces que pienso seriamente en quitarle el sitio, sobre todo en estos inicios de final de año, donde añoro el verano y las vacaciones
Pues estamos los dos igual, Juan. Cada vez me gustan menos los inviernos. ¡Un fuerte abrazo!
Jajajajaa,voy a decir algo un poco patético,pero si no lo digo reviento: no se va porque está muy Au gusto.
Paula, ay, madre, que a mí me acaba de recordar cierto ex-torero, marido de folklórica, cantando eso de que «estamos tan a gustito…»
Jajajaaa,somos lo peor.
Qué buena entrada, me ha encantado. Un saludo.
¡Muchas gracias, Yai!