Hay algunas frases (y actitudes) que, aparentemente sencillas, encierran gran sabiduría y saber estar. Una de ellas se la escuché a Josefina Aldecoa, a quien conocí en un breve encuentro hace muchos años (quizá sería en 1999). Por entonces yo llevaba las relaciones con la prensa de la Federación de Gremios de Editores de España. Co-organizábamos un evento de promoción de la lectura en una famosa institución de Madrid. Entre los ponentes estaban, además de Josefina Aldecoa, una exitosa escritora de quien no daré pistas y a la que llamaré X.
Al finalizar el acto, una periodista de Atlas (productora de Tele 5) me pidió hablar con X. Me acerqué a ella y así se lo dije.
–Uff, qué pereza –me espetó X–. Qué pesaos son los periodistas, siempre están detrás de una. Total, si luego no preguntan ná de interés. Diles que no.
Me extrañó bastante su actitud, porque X fue periodista. Volví a donde estaba la redactora y el cámara de Atlas y les dije que X lo sentía muchísimo, que la excusaran, pero que desgraciadamente no podía hablar.
–Bueno, Juan Pedro –me dijo la redactora–. Mira: no me puedo volver a las redacción sin unas palabras de alguien. Por favor, ¿puedes decir a Josefina Aldecoa que nos atienda?
Volví adonde estaban los ponentes y le transmití a Josefina Aldecoa los deseos de la redactora.
–No puedo –me dijo con cara de pena–. De verdad, no puedo.
–No se preocupe.
Y justo cuando me estaba dando la vuelta, ella me tomó del brazo y me dijo a media voz:
–Mira, hijo, es que he salido de casa rápido y sin pintar y no me gustaría salir así por la televisión. Lo comprendes, ¿verdad?
Su respuesta me pareció tan humana y tan sencilla que sólo podía comprenderla. Además, nadie está obligado a hablar delante de una cámara. Lo más gracioso es que le dije lo que había pasado a la redactora de Tele 5 y ella también lo comprendió perfectamente.
Minutos después llevé ante las cámaras de Tele 5 a un directivo de la Federación.
Evidentemente, a Aldecoa la tengo como una señora. Y, evidentemente, de X se me quitaron las ganas de leer sus libros.
Vaya, Juan Pedro, ahora me pasaré todo lo que queda de día intentando averiguar quién era X. Para poner su obra en cuarentena, básicamente. 😉
Me ha encantado esta historia. Gracias por compartirla.
Gracias a ti por leerla, Myriam.
«Uff qué pereza»?? Qué pija estúpida la señora x,no? Quién es,quién es?? 😉