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Yo les admiraba profundamente

Yo les admiraba profundamente. No lo decía, pero me parecían los mejores. Eran muy valientes, solidarios, empáticos, inteligentes. La mayoría eran universitarios. Y si les pedías ayuda o consejo ellos te lo daban. Siempre con una sonrisa, sin ningún reproche. Repito porque este matiz es importante: sin ningún reproche.

Me refiero a los primeros objetores de conciencia. Esos que (en España, en los años 80) se encadenaban en la calle como protesta por el servicio militar obligatorio y que, para defender los derechos civiles, se enfrentaban a duras penas de cárcel.

Yo, que no fui como ellos, no tuve su valor y acudí a la llamada a filas. Pero hasta el último momento, me ofrecieron su ayuda, información, consejo y nunca, ni antes ni después, me reprocharon que, con jóvenes como yo, el problema del servicio militar obligatorio iba a perpetuarse por los siglos de los siglos.

«Algún día esto cambiará, ya lo verás», me dijo uno de ellos. «Esto se ve claramente. Nosotros vamos trabajando poco a poco. Poco a poco. Pero ganaremos, de verdad. No te preocupes porque hayas hecho la mili, no te preocupes porque todavía nos obliguen. Algún día ganaremos«.

Y así fue.

Hoy, el día después de las elecciones generales en España, leo en redes sociales que unos y otros echan en cara a otros y unos haber votado a tal o cual partido y, con ello, o no agilizar la revolución o no asegurar la estabilidad del país.

Y me da una muchísima pena. Y me acuerdo de aquellos valientes que yo conocí, que, pacíficamente y sin ningún reproche, hicieron evolucionar la sociedad civil de forma increíble.

Y veo que somos una puta mierda de sociedad y que no sabemos entendernos, hayamos votado a quien hayamos votado. Somos más cainitas de lo que nos creemos. Nos encanta buscar la culpa en el otro y huimos de la autocrítica.

Que tengas un buen día, verdiano.

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