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Estación de tren

Yo era uno de esos solitarios que, de vez en cuando, iba a la estación de tren. A menudo llevaba un libro, me sentaba en un banco y me ponía a leer. Cada poco levantaba la vista para observar el trasiego de personas, el ir y venir, las despedidas, los reencuentros.

Así, me di cuenta de que las personas mayores relativizan los adioses y las más jóvenes, por el contrario, les conceden una importancia que no tienen. En la estación me di cuenta de que, con una maleta en la mano y a punto de iniciar un viaje, las personas se muestran tal como son, de que los niños son valientes frente a los viajes y frente a los cambios, y de que las cafeterías de los lugares de paso siempre tratan de forma distante a los clientes.

En la estación de tren me di cuenta de que la gente mira con desconfianza a los solitarios, aunque sólo roben miradas, aunque sólo lleven como arma un libro de bolsillo.

Hace mucho, mucho tiempo que no voy a una estación de tren.

Imagen: Locomotora (1891) de Francis William Webb (1836-1906). Digitalizado por Rawpixel.

Publicado en Lo más leído, Recuerdos

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